Llueve.
El alma suspira
la encierro para no escuchar,
la escondo para no herir
y me escapo para no dar lugar a la lucha.
El mundo se
paraliza
y yo con él.
Junto a mi voz
mueren mis fuerzas.
Lo que allí
estuvo no está
y dudo por
un instante al intentar desprenderme
de lo que
guardé:
El lugar
donde estoy
las palabras
(benditas en su expresión al tiempo justo)
el dolor que
nos encontró a la medianoche,
los
inviernos que me inspiran
el calor
las comidas
hechas con tanto amor
la
fotografía lograda
los escondites
la música
que todo lo une y nada destruye
el sexo
sublime y la pura mirada después de el
la desnudez
el deseo
exagerado
la caricia
reparadora
los abrazos invencibles. Tu nombre. El Todo.
Encendiendo
el fuego apago la tarde
pensando que
hoy (y
siempre)
es mejor
contemplar la fuerza de esta lluvia
y dejar que
el caudal arrastre lo que no dejé ir.
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