(Un
escenario de desesperación
mi pequeña
eternidad de martirio)
Sala de
espera:
Una
sexagenaria expira constantemente los quejidos
de una vida
apagada (típica de estos escenarios).
Me preguntan
la hora,
irónicamente
respondo mirando el reloj de pared
con los
parpados caídos y una mueca digna de Marceau.
Al televisor
parecen quedarle pocos días de vida útil
los
infernales chillidos del consultorio
y los
impacientes movimientos de pies
no hacen más
que provocar mi paciencia guerrera.
Observo con
curiosidad y nerviosismo
las
revisiones inútiles de bolsos,
como
buscando encontrar o darse cuenta
de haber
olvidado algo.
Comienzo a
desesperar.
Las flores
de plástico,
los cuadros
escogidos al azar para cubrir la grieta
(mandando a
la mierda el arte de la pintura)
todo parece
hecho a propósito
cada detalle
y yo en en
medio.
Cuando al
final las paredes espinadas
comienzan a
achicarse
y mi
claustrofobia virgen entra en acción.
Redención.
Mi nombre.
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